sábado, 2 de febrero de 2008

El fin (¿o final?) último

Se levanto cómo cada mañana, despertó a su esposa e hijos cómo todos los días, se ducho, vistió y desayunó, subió a sus hijos al auto, despidio a su mujer, encendió el auto, condujo hasta el colegio de los niños, los dejó y despidió, fué a su trabajo, revisó papeles, cuentas y demases, trabajó en la computadora, bebió unos cafés y salió a almorzar.
Fué a sentarse a una plaza cómo lo hacía a diario a comer el mismo almuerzo que compraba en la tienda de enfrente. Hacía 9 años que el trabajo no lo dejaba tener largas pláticas con su esposa e hijos, pero él tenía las cosas claras: su esposa la engañaba con el mejor amigo de ella los lunes, miercoles y jueves y con su mejor amiga los martes, viernes y sabado; su hija estaba poco a poco integrandose más a esa moda adolescente, lo que implicaba que seguramente a sus 15 años ya estaría teniendo relaciones sexuales, Dios quiera que con protección; su hijo era abusado por sus compañeros, ya 3 veces lo había visto bastante moreteado en aquel mes, pero seguramente él no deseaba comunicarselos, eso ni el dinero que desaparecia a diario de su cajón.
Todo eso lo sabía, pero también que todo lo que él hacía era por su bien, una buena casa, dos autos, internet y televisión por cable, computadores, radios, televisores, la ropa de moda, música, peliculas, programas, un buen colegio particular para los niños, la nana, la pedicura, centros de belleza, lociones, cremas y una gama de cosas que él no había podido tener que ellos podían disfrutar, gracias a que él trabajaba hasta tarde de Lunes a Sabado y dormía los domingos.
Después de meditar mucho, llego a la conclusión, cómo cada día, que el era el mejor padre y esposo del mundo.

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