El flautista comenzo a tocar una melodía que llamo la atención de todos los ratones, que comenzaron a seguir aquella melodía. Y se llevo a los ratones lejos, muy lejos, entonces los guió hacía un turbulento río donde todos murieron ahogados...
Cuando niño siempre me sorprendio esa parte del cuento, era impresionante que tan solo una melodía fuese capaz de guíar a la muerte a miles de pequeños seres que se hacía el festín en Hamelin. Por más que aprendí a tocar la flauta, no atraje más que personas que venian a oirme, pero nunca conseguí que un miserable ratón viniese siquiera a oir mi música. Es ahí cuando un niño suele perder la fé y comienza a creer que eso es una vil mentira para que los pequeños crean en la magía, de ese momento el anteriormente llamado niño comienza a crecer y deja de ceer en las hadas, la magía y las melodías hipnotiza-ratones. pero conmigo no fué así. Crecí maquinandome cómo esa flauta pudo guiar a esas criaturas a su desdichada muerte.
Ahora con 26 años cumplidos, sigo haciendome esa pregunta, entre trabajo (de oficinista, de músico no pude hacer mucho que dígamos), pareja (mi novia me decía que ya lo olvidara, que sólo era un cuento, como auqellos en los que ella llego a creer que podría convertirse en una princesa, pero ya creció) y la vida cómo tal. No es que me sintiese mal con lo que hago, con mi novia o con mi vida, pero la simple pregunta de que cómo llevas a miles de criaturas a la muerte sin que ellas se den cuenta no me dejaba de dar vueltas. Llevaba años intentando tocar aquella melodía pérdida en el tiempo, cuando Hamelin se vió invadida de ratones sin ningún éxito. Busque libros acerca de Hamelin, su gente, sus costumbres, sus construcciones, todo donde pudiese encontrar alguna pista que me llevase a encontrar aquella bella música, pero tampoco dió frutos. Tanto era mi afan, que me dejaron de importar mi trabajo (lo seguía haciendo), mi novia (aún la veía) y mi vida (igual la hacía), pero ya eran partes de una rutina de no acabar, mi pregunta no, ella seguía ahí, esperando ser contestada, buscando quién la descifrara, yo sería quién descubriria sus misterios, así, lograría lo que nadie pudo, crecer sin perder eso con lo que nacemos, la creencia en todo aquello mágico y misterioso.
Mientras los habitantes del pueblo estaban en la iglesia, el hombre volvió tocar con la flauta su extraña música. Esta vez fueron los niños, ciento treinta niños y niñas, los que le siguieron al compás de la música, y abandonando el pueblo los llevó hasta una cueva. Nunca más se les volvió a ver...
Decidí viajar a Hamelin (gasté mis ahorros, prestamos y utilidades para poder ir las 2 semanas que me correspondían de vacaciones), sólo así podría entender aquella melodía, que sucedió y todo lo que mi corazón ansiaba saber. Llegué temprano, no había mucha gente en las calles aquel neblinoso Jueves. Por decisión de mi mismo, partiria recorriendo la ciudad, me lleve la impresión de que era algo fría y sin mucha alegría por las calles, cerrada, en fin, una ciudad muerta en vida (cómo varias ciudades del mundo). No le vi nada de especial a la ciudad, entoncs partí a la biblioteca a buscar información sobre aquella ciudad en el periodo cercano a la historia. Era una ciudad con muros y mercaderes, fría y llena de comerciantes. Al descubrir esto, fuí a los alrededores de Hamelin, a buscar el río del que hablaba la historia. Resulto que a cerca de una hora y media a pie, se hallaba un torrentoso río, del que se supone, se inspiraron en la historia. Camine más de dos horas (parece que el sentido del tiempo de los pueblerinos era distinto al mío), pero logre divisar un maravilloso río, rodeado de naturaleza que poco notaba profanaci´n alguna. Me acerque e intente reflejarme en el agua, cuando vi mi rostro, la alegría se apodró de mí, fue tanta que comencé a saltar, pero pronto el sabor amargo comenzó a aparecer en mis labios, y es que si bien halle la respuesta al maravilloso enigma que desde niño me tuvo pensando, la respuesta no era la magía que yo esperaba.
Hamelin, un pueblo hostil lleno de mercaderes, al que un día llegaron ratas, que comenzaron a devorar las cosechas y riquezas de los ricos de hamelin, que otro déstino tenían las ratas que sólo comer y destruir?, ya que allí, nada más había, sólo la fría soledad que se intenta satisfacer mediante el estomago, pero nunca se satisface, por es se sigue comiendo hasta alcanzar el extasis deseado que nunca llegará. Entonces un día llego un flautista que les ofrecio una melodía, que por fin las alejaría de esa soledad, y que por ello, fueron capaces de seguirla hasta la muerte, era mejor a ser un muerto en vida. Eso les basto a todas las ratas para tomar la drástica desición de saltar, de perderse. Volver a Hamelin no les serviría de nada, ya que sólo satisfacía sus estomagos mas no su alma. Así fué fácil para el flautista (y las ratas), uno sólo les dió lo que querían para librar a la aldea de ellas, las otras, saltaron al no tener nada más que hacer.
Cuando lo comprendí, mis ojos se llenaron de lágrimas. Entendí a las ratas y entendí que aquella magía en la que tantos años creí era lo que alimentaba mi alama, mas con esto, ahora sólo podría alimentar mi estomago, mi alma prdió su alimento vital, yo era una rata, pasando por este mundo lleno de adultos, frío y oscuro, lleno de adultos que no se dedican más que a llenarse y a buscar placeres mundanos, yo no era uno de ellos, yo era la vil rata sin nada más que una pregunta que ya fué respondida...¿qué qué hice?...lo que hicieron las ratas, apenas volví a mi hogar, sin despedirme de nadie, comence a tocar la flauta y comence a caminar, busque el río más tormentoso en los alrededores de mi ciudad, y todavía tocando la flauta me lancé a sus aguas...cómo una rata...sonriendo...porque ya era libre de nuevo.
miércoles, 6 de febrero de 2008
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