jueves, 31 de enero de 2008

Abandonada ~Carta Dirigida a Nadie en Especial~

Estimado/a Anónimo/a Lector/a:

Junto con agradecerte el leer esta carta, que seguramente detras de algún sofá, bajo el mueble del televisor, junto a un monton de papeles añejos, en la basura o donde sea, te agradezco el simple hecho de leerme.

Fuí alguna vez una mujer respetada, que vivía una vida tranquila...quizas nunca llegué a ser mujer, yo me recuerdo cómo una jovén, pero han pasado tantos años desde aquella vez en que yo paseaba cómo una joven en de pelo largo y moreno, que pocas luces me quedan de esos días...aunque quizas eso también sea mentira...

Creo que podría empezar mencionando lo que fué mi infancia. Recuerdo a mi padre, un hombre severo, pero con un corazón muy paternal, mi madre una mujer sometida a un hombre que no la amaba más que por sus hijos, un hermano que admiraba a su padre, un interesado de primera...yo...la hija mayor que debía ser varón. Muchos años sufrí la negación de mi propio padre por ese hecho, no podía salir de mi hogar a casa de mis amigas, sólo podía verlas en la escuela, cuando nacio mi hermano, mi libertad llego a medias, mi padre jamás me perdonaría el haberlo decepcionado apenas nacida. Comencé a crecer, bajo el yugo de la indiferencia y de un favoritismo extremo hacía mi hermano. Cuando compraban, siempre traian algo para él, un helado, una gaseosa, caramelos o una moneda para que gastase en lo que quisiera. Mi madre solía consolarme en silencio, sin poder hacerlo, sus palabras la mayoría de las veces eran cómo-ya pasara, algún día te podrás ir de aquí y podrás ser feliz-. Pero para mí, esos días eran eternos, atrapada cómo una pobre y triste hija no deseada. Jamás odie a mi padre, pero si odiaba a mi madre y sus palabras vacías y repetitivas. Y esa fué mi infancia, sin muñecas, sin magía, sólo el desprecio de los míos.

Creo que es momento de contarte mi adolescencia, aunque el dolor de los recuerdos ya se va a mi cabeza. Cuando cumplí los 14 años mis pechos comenzaron a crecer cómo es normal en las niñas, pero mi padre se enfurecio al ver mis protuberancias, y en ese momento mi padre me golpeo, si antes le daba vergüenza, ahora le daba mucha más. Fué en ese momento que decidí partir, las palabras de mi madre ya no servían ni cómo lástima, la indiferencia de mi hermano me daba asco, y la acción de mi padre terminó de marcarme, era la vergüenza, y cómo tal, debía irme de esa casa. Y fue así cómo sali al gran y frío mundo, a las horas de caminar, ya agotada, me encontre con un mundo que no era el que mostraban los libros. Gris y vacío, no existián esos amigos que aparecen de cualquier lugar a brindarte apoyo y enseñarte a vivir en la calle. Yo, sóla y abandonada. Recurrí a lo que suelen recurrir las niñas abandonadas, intente buscar trabajo en vano, nadie quería a una niña que no sabía hacer nada, era demasiado debil para labores pesadas y excusas y más excusas. Entonces tuve que recurrir a lo que recurre una mujer vagabunda, mi madre alguna vez me dijo que era toda una señorita, decidi cuando mis fuerzas no daban más, pararme junto a una vereda, un auto se detuvo...el resto ya es cuento añejo. Hice de eso mi vida hasta que cumplí 19 años, acostarme con hombres asquerosos por su asqueroso dinero. Pude comenzar a mantenerme con aquel dinero, pero había algo en esos hombres que me recordaba a mi padre, eso me hacía sentir asquerosa yo también, me hartaba, no tenía razón el ser bella, yo nnunca viví, era un muerto caminando y no podía morir...ya lo había intentado...

Mis últimos días fueron cuando ya estaba cansada, cuando ya no deseaba estar, quería dejar de ser, y un día, simplemente desaparecí. Encontre esa paz en el ólvido, porque de la puta de la esquina junto al Roble ya nadie debe acordarse seguramente, para mi familia fuí cómo un tumor que extirparon, en fin, ya nadie me debe recordar.

Tal vez pasé muchas veces junto a tu lado, pero tú no me viste, lo más probable era que estabas escuchando música, quizas me fuí sentada junto a tí en una micro, pero tu hiciste la mirada hacía afuera en la ventana, hacía el asiento de adelante o incluso hacía el piso. Pudimos haber compartido el asiento en una plaza, pero seguro que estabas más entretenido en el diario, o las palomas, en la pareja que se besaba más allá. Descubrí que ya no estaba cuando me hice invisible a todo, en parte...tú fuiste cómplice de mi muerte y te lo agradezco con esta carta, tú que fingiste que no existía, tú que me borraste de tu campo visual, tú que decidiste tapar tus ojos antes de verme, muchas gracias por ccontribuir a matarme y liberarme...¿por qué?...¿acaso no te das cuenta?...no hay muerte más rápida que la del ólvido...sólo con el hecho de ignorarte... simplemente...desapareces...y ya...

Sin nada más que agregar
Se despide atenta y agradecidamente:

Mujer Abandonada

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