lunes, 28 de enero de 2008

Bailando en Sueños

Ella comenzó a bailar cuando no tenía nada mejor que hacer, cuando sus amigas se habían ido o simplemente cuando encontraba el tiempo para hacerlo. No era su fuerte, pero ella seguía bailando, no sabía porque lo hacía ni mucho menos que ganaría con eso, pero lo siguió haciendo, tanto por la fuerza de la costumbre, cómo esa extraña y misteriosa fuerza que la llevaba a pararse sobre las puntas de sus pies y danzar al momento de prender el viejo tocadiscos de su abuela y poner ese ballet ya añejo y perdido en el tiempo.
Los años pasaron y ella siguió bailando, ella floreció cómo una rosa lo hace, pero religiosamente todos los días buscaba aquella soledad en la que bailar, en la que un público imaginario la miraba emocionado mientras ella giraba y saltaba al son del repetido ballet que practicó durante años. Un paso, un giro, un salto y otro paso, otro giro y otro salto, que se repetían por los años y los años, por los confines del tiempo, en el que ella encontraba a su soledad y a su público de ensueño esperandola a diario.
Dentro de ella ya eran dos, la bailarina y la señorita de sociedad, la adorada por las madres de sus amigos y amigas, la codiciada por hombres y mujeres, excepto una persona, ella misma. Aborrecía su reflejo en el espejo, aborrecía a esa señorita perfecta, ella no era eso, ella era una bailarina, la que sacaba los sentimientos ocultos en los espectadores, la que maravillaba esos ojos curiosos que la iban a ver cada día a su espectaculo.
Es por eso que un día no salió más de su lugar secreto. Sus amigos y amigas al igual que las madres de estos no la vieron más, aquellos que la codiciaban no pudieron deleitarse más viendola pasar por las calles, sus padres ya no la volvieron a ver.
Ella desaparecio, decidio bailar hasta la eternidad y ser quién quería ser, la caprichosa y maravillosa bailarina y así poder soñar, reir, volar, sentir la brisa y los aplausos luego de su espectaculo, y hacer todo lo que siempre quiso hacer, desaparecio del mundo.
Cuando la encontraron, se hallaba flaca y desgastada, con 48 años parecía mucho más anciana de lo que era, danzando sin parar, un paso, un giro, una salto, otro paso otro giro, otro salto, y ella pérdida en su artificial cuento de hadas. Aquel edificio era ahora su castillo, con su público de ensueño, el lugar se llamaba manicomnio, donde van quienes sueñan despiertos, quienes viven en el infinito de sus ataudes, quienes ya no tienen ataduras al mundo terrenal a cambio de la razón, ya que...la felicidad tiene un precio, no...?

No hay comentarios: