sábado, 8 de marzo de 2008

Memorias

Para T.G. (lamentablemente te me pasaste por la cabezota y se me ocurrio esta bestia)

Marianela despertó muy emocionada esa mañana, se puso sus zapatillas de levantarse y silenciosamente bajó a la habitación de sus padres. Es que aquel día no era un día como los demás, ese día era su cumpleaños, esa fecha que ella esperaba ansiosamente todos los años, ya que significaba tortas, regalos y todo lo que una niña de ocho años pudiese desear, más si sus padres estaban allí ese día, porque ellos eran muy cordiales con las visitas y muy buenos padres por demás.
Marianela era una niña de cabello castaño y largo (por lo general hecho una larga trenza) , tez blanca y unos ojos pardos y profundos, que había heredado por parte de su madre y unos labios pequeños que parecian de muñeca que eran de la familia de su padre, de facciones muy poco marcadas que daban la sensación que su rostro era de porcelana (aunque al tocarla te dabas cuenta que realmente era piel). Sus manos eran bastante finas y sus piernas delgadas, pero no al nivel del raquitismo, si no delgadas sanamente hablando. Su voz era suave aunque bastante armoniosa y solía ser notada siempre cuando hablaba, ella misma se sentía orgullosa de tal instrumento que era su voz.
Volviendo a nuestra historia (sino, ¿que haríamos aquí, yo escribiendo y usted leyendo?), Marianela bajó las escaleras corriendo hasta la habitación de sus padres que se encontraba en el primer piso de la gran casa en la que habitaban. Corrió y corrió hasta llegar a la puerta blanca de la habitación, abrió la puerta y gritó-Sorpresa!!!!!- más nadie contestó, ya que la habitación se encontraba totalmente vacía. Un poco desilusionada, se puso a hurgar entre los sitios de la habitación para terminar desilusionandose totalmente al corroborar que no había nada allí. Decidió buscar en toda la casa (no fuese que era una fiesta sorpresa y se hubiesen ocultado de ella y sus regalos estuviesen en otro lugar), pero su busqueda en toda la casa fué en vano. No estaban en el recibidor, ni el patio, menos en la cocina, lugares tan comunes. Ella estaba decepcionada en este último sitio y decidio desayunar sola. Recordó las muchas discusiones que habían tenido sus padres allí, claro que se aseguraban que ella no estuviese presente, pero cómo los muros no son sordos, solían contarle a Marianela lo que sucedía con lujo de detalle en su habitación llena de colores. Los muros solían murmurarle lo que ocurría en la casa. Las peleas, las conversaciones de sus padres, todo se lo contaban los muros, que eran delgados y fragiles, pero con un oido listo para escuchar y transmitirle a Marianela lo que sucedia en otros sitios de la casa.
Frustrada partió a su habitación, aún esperando alguna clase de sorpresa, aunque sin tanto animo como en la mañana, miró el calendario y una lágrima recorrio su mejilla, esa lágrima que sólo corría cuando su padre golpeaba a su madre y el dolor de esta se transmitía casi por sincronía a Marianela, quién podía sentir los golpes en los brazos y piernas al momento que esa lágrima silenciosa recorria su blanca tez e iba a dar al piso, quién seguía transmitiendo sin importar lo que sucediese, y a pesar que ese espectaculo no ocurría a menudo, cuando pasaba, el piso automaticamente se ponía a transmitir. Cuantos años habran pasado mientras ella sentía los sollozos de su madre mientras el padre se dirigía a la puerta amenazando con no volver y que si llegaba a hacerlo no quería verla o si no volvería a golpearla y la súplicas de la madre que no paraban hasta que la puerta cerrandose con violencia anunciaba la salida del padre y el comienzo del llanto eterno que duraba hasta que Marianela se dormía en el piso para despertar al día siguiente y seguirle el juego de "nada ha sucedido" a su madre.
Marianela sube a su habitación, ya que no tiene sentido seguir abajo en el silencio abrumante del comedor. Sube pesadamente los escalones uno por uno, entra sa su habitación y se acuesta en el medio de la habitación, en aquella alfombra donde el piso solía susurrarle al oido lo que ocurría en el hogar y nadie se atrevía a decirle. El suelo y los muros, los únicos que le dijeron la verdad, pero ahora mudos y silenciosos, así no le gustaban, callados como los muros que eran, luego de estar un rato acostada, siente un susurro, pero no era el susurro de siempre, una frase sola-Es momento de irnos- entonces ella epieza a desaparecer mientras la casa de a poco se decolora, sus pisos y muros se corroen, los muebles se convierten en polvo en un vortice de nada en el que la casa deja de existir y se convierte en solo ruinas y escombros. Porque Marianela si existio, pero con otro nombre y en otro tiempo, eso pasa cuando un espiritu errante se involucra con recuerdos de otros.

1 comentario:

Gilthoniel dijo...

por otra parte este otro me recuerda un poco a gasparin xD
(lamento ofenderte de esa forma, no va en mala en todo caso :P)
XD!!!

aveces es extraño... de que le servia a la chica tener una apariencia tan hermosa...??
...los dones nunca se reparten en forma equitativa... creo... o.o